Nada extraño fue que bien temprano aburriera las peponas , pues en casa dispuse a lo largo de diez años de bebés que lloraban sin precisar pilas. Pero algo cambió con la llegada de la Nancy, la joya de la corona de Fábricas Agrupadas de Muñecas de Onil (Conocida). Cuando menos era una pequeña algo mayor, a diferencia de aquel hastiado Nenuco que anulaba cualquier fantasía aspiracional. Con la primera Nancy valenciana charlamos mucho y llenamos su armario azul, que era mucho mejor que el mío. Hasta el momento en que perdió un brazo: fue el principio del fin. Aún no habían lanzado sus alter egos de aventurera –ya fabricados en China-, pero acabó su reinado en camisón, despelucada, olvidada en la caja de las ilusiones vencidas.
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