Con toda naturalidad, Carlos Alcaraz derriba un castillo y abraza el trofeo dorado que siempre y en toda circunstancia soñó. Ya eres mío, afirma con la mirada. No cedía Novak Djokovic en la central de Wimbledon desde 2013, eran 45 partidos sin perder desde entonces en la Centre Court; era un lustro sin inclinarse en el campeonato, desde el trece de julio de dos mil diecisiete. Mas no comprende el murciano de límites, sino que aspira a traspasar cualquier frontera. No especula, simplemente vuela. Tiene veinte años, es el número uno y aparte del US Open conquistado el curso pasado, ya presume de ser un vencedor en Wimbledon. ¿Quizás hay algo más allá en este deporte? 1-seis, 7-6(6), 6-1, tres-6 y 6-4. Memorable exhibición la suya, cargada de simbolismo por la forma, el escenario y el rival; remontando, en la Catedral y frente a todo un Nole. ¡Pum! El reloj se detiene tras 4h 42m y el tenis asiste al nacimiento definitivo de una nueva temporada. Alcaraz, Carlos Alcaraz, un acelerador del tiempo. El último gran virtuoso.
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