Se llama Höegh Esperanza, mide 300 metros de eslora y la prensa alemana lleva días siguiendo en tiempo real su viaje hasta Wilhelmshaven, una urbe portuaria en la costa del mar del Norte. Su atraque en un muelle recién construido al norte del puerto, el jueves por la tarde, se ha retransmitido como un gran acontecimiento. Porque lo es. El buque metanero, que transporta cerca de ciento sesenta y cinco mil metros cúbicos de gas natural licuado (GNL), se ha transformado en el símbolo de los sacrificios de Alemania por independizarse del suministro de gas de Rusia.
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