Ángel Stanich tuvo un día épico, mas esta vez no acabó en Getafe, sino más bien a riberas del Manzanares. La Riviera se convirtió en una especie de iglesia evangelista de esas que anuncian con luces de neón la buena nueva del Señor. «Habéis venido aquí prácticamente a ciegas, haciendo oídos suecos a la amplísima oferta cultural madrileña de una manera poética y espontánea, sin pistas ni spoilers, para presenciar el sueño de un loco», anunció con su peculiar solemnidad Stanich a lo largo de uno de los intermedios.
El lema «comunal y turgente» convocó a más contingente del aguardado, puesto que se presentaba como un concierto «generoso en tiempos, sorpresas y compañías». A la llamada acudieron más de 1.500 personas con apetito y sed de la palabra recitada de un extraño predicador de aires proféticos.
Pero el profeta no estuvo solo, doce apóstoles lo acompañaron. El primero de ellos fue Quique González, con quien abrió el concierto mientras que aún quedaba gente por entrar. Cantaron a dúo su Volver, una canción que encaja de forma perfecta con la esencia del músico de Salitre. Frases cortas y punzantes,…