Seguir la evolución de los precios se ha convertido en una rutina agotadora para quienes de verdad se hayan entregado a ello en estos casi tres años de despegue inflacionista. Los brokers bursátiles están habituados a las oscilaciones diarias de todo tipo de activos en los mercados, pero el ciudadano de a pie estaba poco acostumbrado a cambios bruscos en los productos y servicios básicos que consume, desde reservar un hotel en vacaciones, llenar el depósito del coche o la compra semanal en el supermercado. Esas fluctuaciones han convertido en una odisea la planificación de las finanzas personales, en un entorno que si bien ha mejorado —la inflación cerró noviembre en el 3,2% frente al 5,7% con el que cerró diciembre—, aún no se ha normalizado: en 31 de los últimos 32 meses el IPC español ha superado el umbral del 2% recomendado por el Banco Central Europeo.
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