Aquel febrero de dos mil trece en el que se transformó en el primer papa de la modernidad en abandonar a su pontificado, Benedicto XVI abandonó los muros del Vaticano a bordo de un helicóptero. Con aquellas imágenes para la historia sobrevolando la Urbe Eterna cerró casi ocho años de pontificado. Se trasladaba a la localidad de Castel Gandolfo, tradicional vivienda estival de los papas, para pasar allá el tiempo del cónclave, con la pretensión de no interferir de ningún modo en la elección de su sucesor. Tras la fumata blanca con la que la Iglesia presentó al papa Francisco como su nuevo líder, Joseph Ratzinger retornó al Vaticano. Desde ese instante vivió en el convento Mater Ecclesiae, un pequeño edificio rodeado de jardines dentro de la Ciudad del Vaticano, en el que está muerto este sábado.
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