Las bases máximas de cotización se han aumentado prácticamente un veinte por cien desde dos mil diez, sin que ello haya repercutido en una compensación comparable en las futuras pensiones de los que perciben sueldos más elevados. Esta falta de equidad en el sistema ya amplió del veintitres por ciento al treinta y dos por ciento el diferencial entre la aportación de los salarios más altos y la prestación que van a recibir cuando se jubilen. A pesar de ello, el ministro José Luis Escrivá ha propuesto a los agentes sociales un incremento de las bases de cotización de treinta y cinco puntos hasta mitad de siglo, mientras que el límite de las pensiones va a subir diez veces menos. Con esta medida, las rentas altas afrontan la mayor subida de cotizaciones de la historia, lo que ampliará la brecha de 9 puntos que existe entre aportación máxima y renta recibida a cambio en la jubilación. Mas es que además este nuevo castigo populista a los que más ganan es inútil para revertir el desequilibrio del sistema. No en balde, el destope va a mejorar en 7.300 millones los ingresos en 26 años. Una cantidad deficiente para hacer en frente de la próxima jubilación de la generación de baby-boom, y que palidece ante el levanta del gasto de quince millones que supone ligar la subida de las prestaciones al IPC. Las cantidades dejan patente que el golpe en pensiones a las rentas altas no resuelve los problemas del sistema. Con todo, lo más grave es que el destope daña la atracción de talento. Además, desincentiva la permanencia de los trabajadores más cualificados en España, privando a este país de todo ese capital intelectual. Asimismo, el mayor castigo a los mal llamados ”ricos” espanta a los inversores extranjeros y golpea a las personas con más recursos para invertir, lo que frena el estímulo económico.
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