Un amigo que lleva años en París cuenta que entró en tres supermercados de Barcelona porque no podía creer que aquel fuera el precio del café. Ni de todo lo demás. Era más caro que en la capital francesa. Allí es chef en un pequeño restaurante de menú a 14 euros. Y todo ha subido, sí, pero a otro ritmo. Recuerdo mi época en una chambre de bonne minúscula con vistas a la torre Eiffel, en el 2002; envidiaba a la gente en las terrazas tomándose un café que no podía permitirme. Ahora aquí se quejan incluso los expats.
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