Para los apasionados a la historia, el contraste entre los métodos de Pedro el Grande y Vladímir Putin es mayúsculo. La obsesión de Pedro el Grande fue la modernización de Rusia a base de aprender obstinadamente de los países occidentales. Así puso a sus ejércitos en manos de generales europeos, atrajo a miles y miles de artesanos extranjeros, encargó la construcción de San Petersburgo a un arquitecto técnico francés y obligó a los rusos a afeitarse sus largas barbas y a usar indumentaria europea. La política de Putin, por contra, ha sido de nacionalismo rusocéntrico, ideología antioccidental y el cierre del flujo de ideas. Pedro el Grande aproximó el gran buque ruso a las costas europeas y Putin lo distancia a gran velocidad.
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