China empieza a languidecer. Así se vislumbra desde los centros de análisis económico, donde ven el agotamiento de su modelo productivo, que llevó al gigante asiático a disputar el liderazgo mundial a Estados Unidos tras 4 décadas de desarrollo ininterrumpido.
Esta presunción no resulta inocente. De hecho, alguno de estos analistas cataloga a China como una economía japonizada, en referencia a los tres largos decenios en los que el PIB nipón navegó sin pulso, con reiteradas recesiones de aproximadamente calibre y a la merced de la deflación. Los sucesivos gobiernos liberales o conservadores de Tokyo no fueron capaces de alentar el consumo y la inversión, pese a los expepcionales y continuos estímulos fiscales y monetarios que pusieron en liza.
Ahora, Japón, ha alterado el paso y se adentra por fin en una fase de naciente esplendor que contrasta con la primera gran encrucijada económica de China en tiempos recientes. El mandatario político Xi Jinping y el equipo económico de su gobierno, que dirige personalmente el primer ministro, Li Qiang, tratan de resolver la situación con vistas a alargar la espectacular aportación china al PIB global, que…