Muli Asido pasea a su pitbull por las calles vacías de Sderot, la ciudad israelí a un kilómetro de Gaza que hasta el ataque masivo de Hamás del pasado día 7 tenía unos 32.000 habitantes y hoy parece casi fantasma, con todas las gasolineras, supermercados, restaurantes y cafeterías cerrados. Marcha sin prisa (trabaja en animación audiovisual y los trabajos civiles están hoy a medio gas en un país centrado en la guerra), pero ha cambiado desde entonces su trayecto diario. “Ahora escojo las calles en las que sé dónde hay un refugio cerca o una buena esquina para agacharme si suena la alerta [de cohetes]”, dice mientras retumban en el fondo los bombardeos de la aviación israelí sobre la Franja.
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