Todos los conjuntos sociales, desde los transportistas a los médicos, desde los campesinos a las grandes empresas, tienen tendencia espontánea a identificar y defender sus intereses colectivos. El capitalismo neoliberal les asigna el vocablo de grupos de interés o lobbies y pretende degradar a ese rol el papel de los sindicatos. Mas objetivamente son mucho más que eso.
El hecho de vivir del propio trabajo ha constituido a lo largo de un buen tiempo un cemento suficiente para favorecer una identidad común que surge del enfrentamiento con el capital. Siempre fue, no obstante, una identidad trabajada, tarea que ha correspondido a los sindicatos de clase, organizaciones volcadas en integrar lo disperso, dotándole de una unidad que jamás surgió de forma espontánea.
Observar el mundo desde los ojos del trabajo es una tarea que requiere integrar a los diferentes colectivos resaltando lo que comparten: una perspectiva que concibe el mundo como una patria común sin depender del origen de las personas ni de su capacidad económica, sin servidumbres de ningún tipo; que entiende la libertad como la ausencia de explotación y dominio de unos sobres otros; que comprende el interés general como el resultado de la cooperación…
