La bomba ha explotado. La reforma de la promoción interna en la Administración General del Estado, que prevé menos pruebas y da más peso a la experiencia, ha puesto en pie de guerra a los altos funcionarios y ha recrudecido la guerra entre los cuerpos superiores A1 (la categoría más elevada) y los funcionarios del subgrupo de forma inmediata inferior, A2. Los primeros están indignados: denuncian que estas oposiciones light ocasionarán una merma en “las capacidades, conocimientos y méritos” de los trabajadores. Los segundos, en cambio, consideran que el precedente sistema era discriminatorio y apoyan la reforma.
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