En su novela de 1897 sobre el vampiro más famoso de la historia, Bram Stoker menciona más de 200 veces la sangre o el color rojo, en ocasiones al hablar de los ojos de Drácula. “Lo último que vi fue al conde enviándome un beso con la mano, con un rojo destello de triunfo en los ojos y una sonrisa que habría enorgullecido al mismísimo Judas en el infierno”. Uno de los protagonistas, Jonathan Harker, declamaba así, por ejemplo, antes de quedarse a solas en el castillo de los Cárpatos con las “hermanas”, tres vampiresas que preveían “besos para todas” porque Harker ―que huyó por fidelidad a su prometida Mina― era “joven y fuerte”.
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