El objetivo primario de la reforma laboral era atajar la temporalidad, un mal que había imbuido al mercado de trabajo. El establecimiento del indefinido como fórmula ordinaria de contratación, junto con la restricción de los acuerdos temporales —salvo en algunos supuestos—, y el auge de los fijos discontinuos han alterado drásticamente el paradigma laboral y provocado un cambio de tendencia notable. Bajo el nuevo marco normativo —que entró en vigor en diciembre de 2021, pero no fue hasta abril de 2022 cuando se desplegó por completo—, la tasa de temporalidad se ha recortado siete puntos entre el primer trimestre de 2022 y el tercero de 2023 (del 24,2% al 17,2%), según los últimos datos de la EPA. Ahora, la mirada está puesta en la corrección de la parcialidad, singularmente entre aquellas personas que quieren trabajar más horas de las que el mercado les ofrece.
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“Remiendo” a las pensiones
El 1 de octubre entró en vigor un cambio relevante en la Seguridad Social para el reconocimiento de las pensiones de jubilación, incapacidad permanente, muerte y supervivencia, incapacidad temporal, nacimiento y cuidado de menor. A partir de esa fecha, el trabajo parcial se equipara con el trabajo a tiempo completo, lo que impedirá que se lleven a cabo los distintos recortes que hasta el momento menguaban la cuantía final. El Ministerio calcula que esta medida —que tendrá carácter retroactivo, salvo para aquellas personas que ya estén cobrando la pensión—, beneficiará a más de dos millones de trabajadores, y principalmente a mujeres, por ser quienes presentan, de media, carreras laborales más cortas, mayores lagunas de cotizaciones, y menores cantidades aportadas.