El mes pasado la jauría de troles de Twitter halló una nueva diana para descargar sus ataques. Si a lo largo de la pandemia fueron los epidemiólogos, esta vez se trataba de los científicos de la Agencia Estatal de Meteorología (AEMET) que recibieron insultos y amenazas por sus informaciones sobre el alarmante aumento de temperaturas y sequía que se espera este año. No son los únicos.
Según la reputada gaceta científica Nature, decenas de estudiosos del tiempo en el mundo entero han sufrido acoso en redes sociales por su trabajo por la parte de un conjunto muy específico de personas: los negacionistas del cambio climático.
El cambio climático es una amenaza real y palpable, singularmente en países como España, y más del noventa y nueve por cien de los estudios científicos están conformes en que la causa es la acción humana sobre el planeta.
Pero hay miles de personas en el planeta que lo niegan, y eso no es casualidad. A lo largo de décadas, las compañías de comburentes fósiles han gastado millones en lobbying, sembrando dudas sobre datos científicos irrebatibles y rechazando cambiar sus modelos de negocio, a pesar de tener pruebas de los efectos sobre el clima de los combustibles fósiles desde los años setenta.
Esta campaña incansable, que continua hasta nuestros días, está documentada en el libro El triunfo de la duda, del epidemiólogo y asesor de Obama David Michaels.
Hoy en día, estas compañías, especialmente las petroleras y gasísticas, siguen teniendo una presencia enorme en cimas climáticas como la COP27, donde sus representantes eran más numerosos que los de ninguna otra delegación nacional.
Además, todavía se plantean estos razonamientos en algunos medios, donde se presentaba frecuentemente a un científico frente a un negacionista o conspiranoico para dar una visión…