Un recorrido de 27 kilómetros aparta el exclusivo complejo residencial de Albany de la cárcel de Fox Hill, casi en los dos extremos de Nueva Providencia, la isla más poblada de las Bahamas. Entre los dos lugares, hay un mundo de distancia. El joven rey caído de las criptomonedas, Sam Bankman-Fried, ha pasado de la mansión de gran lujo donde llevaba una vida de excesos, drogas y poliamor con otros amigos y directivos de FTX —a costa del dinero de clientes del servicio e inversores estafados— a una cárcel en condiciones lamentables.
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