“Tengo 3 opciones alternativas para mi futuro: estar preso, estar muerto o la victoria”, afirmó Bolsonaro en el mes de agosto de 2021. Faltaba más de un año para las elecciones en las que se iba a jugar la reelección y unos meses antes, el Tribunal Supremo había ordenado anular las condenas contra Lula da Silva, que ya sonaba como posible aspirante y, en verdad, lideraba todas y cada una de las encuestas.
Con la victoria descartada, el asalto del domingo de miles y miles de radicales al Congreso, el Tribunal Supremo y el Palacio de Planalto –sede del ejecutivo– ha sido el pináculo de un largo camino de polarización y deslegitimación institucional alentada en una gran parte por el bolsonarismo que, conforme los expertos, va a tener muy difícil una restauración política. “Ha cometido un error muy grave”, afirma a elDiario.es Anna Ayuso, estudiosa sénior del think tank CIDOB de Barna.
“Tiene una responsabilidad política clara”, sostiene Ayuso. “Ha instado a la resistencia y ha alentado la teoría del fraude electoral, lo que ha fortalecido a este campo más radical. Si bien ha criticado el vandalismo, no ha dado una contestación contundente a esos actos. Aun a lo largo de las elecciones incitó movimientos para impedir votar a los sectores más convenientes a Lula usando la policía de carreteras”, añade.
Emir Sader, sociólogo y politólogo brasileño próximo a Lula, señala a elDiario.es que “Bolsonaro está muy desalentado y aislado, mas mantiene la postura de no reconocer meridianamente el resultado de las elecciones y eso es lo que alienta [a los asaltantes]”. “Solo uno de los partidos que le apoyaban se mantiene junto a él. Existe un ámbito que insiste en la idea de no reconocer las elecciones, mas no representa una polarización grande en…