He vivido estos días una experiencia onírica que me ha traído a la memoria una anécdota que leí en un libro de antropología. Una vez, un misionero reprochó a un indígena su desnudez y éste le respondió, señalándole la cara: “Pero vosotros también estáis desnudos aquí”. “¡Pero eso es la cara!” , respondió el misionero. Y entonces el indígena replicó: “Es que para nosotros todo es cara”.
Estos días, yo lo he tenido más difícil que ese indígena. Un algoritmo de Youtube ha decidido interrumpir una serie de antropología que estaba colgando en mi espacio La Filosofía en Canal, que tengo abierto desde hace cosa de tres años. Resumo apretadamente la extraña distopía en la que me he visto envuelto en estas últimas semanas. De pronto, Youtube se negó a aceptar mis videos, tal y como ocurre cuando intentas subir algún contenido con derechos de autor susceptibles de reclamación.
Me costó mucho encontrar el motivo, porque cuando preguntas a Youtube te contesta un algoritmo de muy parcas explicaciones. Hay la posibilidad de insistir hasta que logras contactar con una persona humana. Tras mucho tirar de la lengua a los humanos supuestamente responsables, se me comunicó más o menos la siguiente situación: el algoritmo de Youtube había considerado que en mi canal se exhibía pornografía infantil (“imágenes de menores sexualizados o donde se les explote sexualmente”). Eso había provocado que se me adjudicara un número que volvía sospechosa cada cosa que intentara subir, de tal manera que, cada vez más, todos mis contenidos eran rechazados. Y cuanto más insistía, más sospechoso me volvía. Incluso algunos de mis videos pasaron a ser calificados de “incitación al odio”. A ello se sumó que, por lo visto, ya hace años, el algoritmo me había calificado de negacionista de las…