El año que empieza se configura como un extraordinario desafío para la democracia en el mundo. Varios factores convergen en construir la excepcionalidad de 2024. De entrada, la mera naturaleza del calendario electoral, que es majestuoso, con casi la mitad de la humanidad convocada a las urnas, e incluye a países importantes con situaciones internas turbulentas. Después, el contexto en el que este calendario se desarrolla, con un panorama geopolítico marcado por una tensión desconocida en décadas entre democracias y regímenes autoritarios, con la irrupción de la inteligencia artificial generativa, con nuevas sombras sobre la libertad de expresión, con una economía en fase de desaceleración y mucha deuda acumulada.
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