Por momentos la imagen parecía acelerada, con el partido transcurriendo a una velocidad más alta de lo normal. El Liverpool y el Arsenal no bajaron ni un minuto las revoluciones en Anfield. Sin tregua. A tumba abierta. Un pase errado solo era un acicate para buscar con desesperación una recuperación de balón. No existió la especulación. Tampoco las florituras. Primó la verticalidad y el vértigo, características indisolubles de la Premier, en un duelo donde los gunners mantuvieron el liderato gracias al empate final (1-1).
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