El mes pasado, China finalizó su política de cero COVID, poniendo fin de forma tumultuosa a las limitaciones después de prácticamente tres años. La brusquedad de la medida sorprendió a casi todo el planeta. El proceso podría haber sido mucho más gradual, con un cambio más lento de los cierres forzosos masivos a políticas más flexibles, como la autoexclusión voluntaria y el distanciamiento social. En lugar de ello, el gobierno ha tirado la precaución al viento.
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