Ni los más de cien años teóricamente imputables por la suma de todos sus delitos ni los 6,5 que como máximo solicitaban sus abogados. El cerebro de la plataforma de criptomonedas FTX, Sam Bankman-Fried, ha sido sentenciado este jueves en Nueva York a 25 años de cárcel por su responsabilidad en el colapso de la compañía y el robo de 8.000 millones de dólares a sus clientes, hechos por los que había sido condenado en noviembre. La vida de lujo y delirios —en definición de los fiscales, pero también del actual consejero delegado de FTX, que no se ha ahorrado las críticas contra su predecesor— llevó a Bankman-Fried, de 32 años, a dirigir la firma como quien juega al Monopoly, una expresión utilizada por los fiscales para definir la alocada gestión del emprendedor. Bankman-Fried, más conocido por sus iniciales, SBF, engañó a todo el mundo: mintió a los inversores que entraron en FTX, a los prestamistas que le inyectaron dinero y a los clientes que operaron en su plataforma de intercambio. También financió campañas políticas de representantes de ambos partidos en Washington, incurrió en fraude de ley y engaño e intentó irregularmente desbloquear 1.000 millones de su fondo de cobertura congelado por Pekín, además de realizar inversiones en otras empresas y lujosas compras inmobiliarias, como la del chalet de Bahamas donde con su reducido grupo de íntimos especulaba con las criptomonedas.
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