Una casa nueva. Un vehículo mejor. Viajes a todo tren. La retirada adelantada del trabajo. Hay aspiraciones vitales que solo el dinero paga. Y las criptomonedas llevan años convertidas para muchos en el pasaporte más veloz cara esos sueños. Un salvoconducto que promete riqueza sin jornadas de 9 a cinco ni largos atascos con rumbo a la oficina. Solo comprando y vendiendo en el momento conveniente. Por eso, la crisis de 2022, plagada de quiebras, caigas y malas noticias que se han llevado por delante a TerraLuna, Three Arrows Capital, Celsius, Voyager o FTX entre otras, y han dejado la cotización del bitcoin tiritando, ha sido un fogonazo de doloroso realismo tras el rentable dos mil veintiuno. Un abrupto despertar del año donde todo parecía posible.
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