Los datos de paro registrado al cierre de 2022, publicados este martes, pueden dar lugar a muchas interpretaciones. Unos 44.000 desempleados menos. Ciertos remarcarán que son el peor diciembre desde dos mil doce. Otros que continúa el buen tono del mercado laboral, a pesar de la inseguridad reinante, la aún elevada inflación y la fuerte desaceleración económica. Hace meses que se pronosticaba una recesión. De momento no ha llegado y las primordiales voces de la estadística económica del país —el Banco de España, a la cabeza— la descartan para los próximos trimestres. Puesto que eso puede estar reflejando el mercado de trabajo, ni sí ni no, sino más bien todo lo contrario. La economía no se ha desmoronado y algo de eso se recoge en la resistencia del empleo hasta el momento. No obstante, existe un velo que complica el análisis: la controvertida figura de los fijos discontinuos. Complican —y de qué manera— poder valorar con mayor precisión la evolución “real” del empleo y merecer —o no— los logros de la reforma laboral.
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