En un año de extremos poco a poco más enfrentados, pocas cosas ha habido más polarizantes que las criptodivisas. Mientras que el potencial de la tecnología blockchain sigue siendo un misterio por solucionar, los hechos del mercado especulativo de las criptomonedas son cada vez más específicos. Tras un año marcado por el fraude, las campañas hiperbólicas y la amenaza infringida de la regulación, solo queda una conclusión posible: invertir en criptomonedas sigue siendo enormemente peligroso para cualquiera, pero es un negocio de manera decidida ruinoso para el inversor no profesional. Tres de cada 4 personas que invierten en criptomonedas pierden su dinero. Lo afirma un informe del Banco de Pagos Internacionales que examina la inversión en criptodivisas en noventa y cinco países entre dos mil quince y dos mil veintidos. La investigación revela de qué forma, a medida que las divisas iban inflando su precio, los pequeños inversores fueron comprando, mientras que los grandes inversores o “ballenas” vendían, en un entorno acelerado artificialmente por campañas publicitarias gloriando la “valentía” de adquirir activos inestables sin garantías ni red.
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