ASML Holding NV podría haber contraído el mal holandés, virus que provoca daños económicos colaterales por incrementos significativos de ingresos procedentes de una industria emergente con alta demanda global y que surge cuando algún sector productivo muere paradójicamente de éxito. El término se acuñó en los años sesenta, precisamente en Países Bajos, a raíz del descubrimiento de yacimientos de gas natural en Slochteren, cerca del Mar del Norte, que propició la revalorización del florín hasta tal nivel que no solo hizo saltar por los aires la relación cambiaria con el marco alemán, sino que acabó perjudicando seriamente la competitividad de las exportaciones no energéticas neerlandesas.
Los síntomas de entonces parecen haber aflorado ahora en su compañía de circuitos integrados, que se ha encaramado al top-ten de firmas tecnológicas globales. ASML ha enviado un serio acuse de recibo al Gobierno en funciones de La Haya para advertirle de su intención de trasladar sus sedes productivas a la vecina Francia.
Toda una ironía del destino, en uno de los mercados europeos que más intensamente promueve vacaciones fiscales a empresas foráneas como Ferrovial, con su modelo de dumping tributario y su permisividad…