En este Congreso siempre se puede aguardar que lo peor esté por venir. Desde finales de noviembre, cada semana parecía alcanzar la cima de la tensión hasta que la próxima se encargaba de elevar la cota. Tras dieciocho años en el Parlamento, la miembro del Congreso de los Diputados de Alianza Canaria Ana Oramas confesó el jueves en la tribuna: “Nunca pensé que iba a ver esto”. Oramas sobrevolaba la disputa que ese día convirtió el pleno del Congreso en un jaleo suburbial. Al lado de la derecha, la diputada se oponía a la reforma del Código Penal y a ese modo en que se ha gestionado, reconocido como “chapucero” hasta entre los aliados del Gobierno. Pero al tiempo compartía con la izquierda un sentimiento de gravedad ante el miedo de que el Tribunal Constitucional escribiese una página histórica suspendiendo una votación parlamentaria. Entre esas dos aguas, Oramas empleó su insignificante minuto y medio en pedir calma y apelar a Braulio, un viejo vocalista canario: “Si se imponen las pasiones, yo no sé qué va a pasar”.
Seguir leyendo