El almuecín de la mezquita de Musherib llama a la oración. Las calles del centro histórico de Doha se atestan de transeúntes, especialmente de cataríes, saudíes, argentinos, iraquíes, libaneses, sirios, paquistaníes, kenianos, y desde hace una semana, también marroquíes. Buscan el placer que da el espectáculo espontáneo de la aglomeración humana. Es domingo y el gran zoco de Waqif es un laberinto de gangas. Huele a cúrcuma y perfume de agáloco. El producto más visible en los expositorios son banderas y camisetas de escojas nacionales, que no de clubes de futbol. “Solo quedan camisetas de Boca Júniors”, explica un dependiente, que señala que el proveedor es exactamente el mismo para todo el mercado. “Del PSG no tenemos nada”.
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