La invasión rusa de Ucrania ha anegado Europa de dudas, pero asimismo deja unas cuantas certezas y convicciones férreas. Entre ellas, que el Viejo Continente no puede volver a permitirse el lujo de dejar su suministro energético al albur de terceros. Un deseo de independencia que —por primera vez desde la era del carbón— comienza a cobrar fuerza como objetivo viable merced a las renovables, aunque a un precio: para tener una matriz eléctrica 100 por ciento endógena, los países del bloque deberán invertir del orden de ciento cuarenta millones de euros al año de acá a dos mil treinta y otros cien.000 millones anuales más en la década siguiente, según los cálculos del Instituto Potsdam para la Investigación sobre el Impacto del Cambio Climático, uno de los más reputados en su campo.
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