Cuando este domingo por la tarde Luiz Inácio Lula da Silva, de 77 años, ha llegado ya ungido como jefe del Estado al palacio presidencial de Planalto, en Brasilia, le ha recibido una gigantesca multitud vestida de rojo con un rugido de éxtasis. La emoción reservada a quien ha transformado las vidas de millones de sus compatriotas. Soñaban con este momento años atrás. Esperar unas horas bajo el sol inclemente de la capital era lo de menos. “El amor venció al odio. ¡Viva Brasil!”, ha proclamado el ya presidente en su segundo discurso del día, el más sentido, el dedicado a sus compatriotas. El viejo obrero y líder sindical se ha conmovido hasta el lloro al hablar de la miseria que padecen millones de brasileños. Jair Bolsonaro, en U.S.A., no ha asistido a la liturgia.
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