Mi abuelo, fallecido a las puertas de cumplir cien años había dejado de leer la prensa en su última temporada con la sorprendente disculpa de que no había noticias nuevas dado que todos y cada uno de los titulares, aducía , ya los había leído en la prensa de los años treinta.
La barahúnda política en que estamos inmersos, unida a la nostalgia de aquellas hablas con mi abuelo, me ha llevado a bucear en la hemeroteca (con la incalculable ayuda de mi amigo Alberto Ayuso) en busca de pruebas de semejante teoría en ausencia de una memoria histórica de la que carezco por ser hijo de la transición y no de la República como él.
Soy siendo consciente del peligro que mi viaje entraña, pues no son buenos tiempos para mencionar personajes de aquella temporada, de manera especial si se trata de José Antonio Primo de Rivera sin ser tachado de retrógrado o simplemente de facha, esa palabra que es sinónima hoy de discordante con el discurso oficial. Puesto que bien, asumiendo dicho riesgo, y esperando cierta benevolencia del lector amparado en la relevancia histórica del descubrimiento, traigo a estas…