En junio de 1984, el césped del campo del Rayo Vallecano se llenó de gente. No para celebrar un nuevo ascenso a la primera división, sino para ver en directo a Bob Dylan. El cantautor, posteriormente premio Nobel, arrancó el concierto con horas de retraso y tras una larga actuación de Carlos Santana. Casi cuarenta años después de aquella fecha, el icónico estadio madrileño, con uno de los fondos sin grada pero con muro, puede vivir sus últimos tiempos en su actual ubicación. La directiva y la Comunidad de Madrid, propietaria del recinto, han planteado esta semana el traslado a un un nuevo lugar, incluso fuera del barrio. La justificación dada por el club va en línea de lo que están haciendo otros equipos por toda Europa: convertir los viejos estadios en máquinas de hacer dinero.
Así lo ha expresado el propietario del Rayo Vallecano, Raúl Martín Presa. “No es un campo moderno, es incómodo, hay malos accesos, no tiene aparcamiento para los jugadores y autoridades, no hay zona de almacenamiento”, apuntó en una entrevista en Onda Madrid esta…