La letanía de la crisis energética inaugura su enésimo capítulo. Primero fue el gas natural, el combustible rey para la industria y las calefacciones del Viejo Continente; después llegó el turno de todopoderoso petróleo; y ahora, es el del diésel, el carburante por antonomasia en las carreteras europeas. La UE, el mayor importador de gasóleo del mundo, encarará desde este domingo el enésimo cuello de botella en sus cadenas de suministro energético, con el veto a las importaciones de este combustible provenientes de Rusia.
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