¿Existió alguna vez un espécimen humano exento de detractores a pesar de haber tenido la fortuna o la desgracia de sobresalir por sus méritos? Sigue sin publicarse la biografía de un individuo festejado de manera unánime en su tiempo y después. Ni los más grandes (Cervantes, Mozart, Caravaggio) se libraron de percibir vituperios. No confundamos al detractor con el crítico. El crítico despacha la tarea, tasa quizá en negativo, cobra sus honorarios y se va. El opositor está dispuesto a practicar la ojeriza sin coste, disfrazándose, si la ocasión lo requiere, de crítico con derecho o no a emolumentos; pero lo característico de él es que no se va, sino que hace guarda permanente en acecho de su detestado, trasladando su hostilidad aun al plano privado.
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