Hac e años, no recuerdo quién contó que, tomando copas en el bar del hotel donde estaba alojado, el director, viendo la trompa que conminaba a los presentes, se aproximó y le dijo: “¿Prefieren tener el minibar en sus habitaciones o prefieren situar sus habitaciones en el bar?”. La anécdota me recordó cuando, siendo adolescente, le pregunté a mi padre, que fumaba sin esperar nada más que seguir fumando, si no le sería mas cómodo vivir en un estanco. No respondió.
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