A su paso por la provincia de Toledo, el río Tajo se ve incapaz de trazar una línea recta. Va encadenando meandros que conforman una serpiente líquida. Ni siquiera al encontrarse con la barrera del pantano de Castrejón deja de hacer dibujitos sobre el territorio. En el extremo norte de la curvatura que lo embalsa, el cauce más largo de la península Ibérica ha ayudado a modelar un paisaje onírico: las Barrancas de Castrejón y Calaña.
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