Era un empeño casi personal de Pedro Sánchez. Quería a toda costa sacar los Presupuestos de 2024, a pesar de que como mucho durarían seis meses. Una parte del Gobierno, con Óscar Puente a la cabeza, le insistía en que no valía la pena: mejor ir directamente a buscar los de 2025, con calma, con menos riesgo de fracaso. Pero Sánchez quería los de 2024 como fuera por un objetivo sobre todo político. Pretendía responder definitivamente a la gran pregunta que le persigue en la más difícil de sus tres legislaturas: ¿esto aguanta
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