España derruyó la puerta de la eternidad para hacerse inmortal, para ponerse el laurel de oro y diamantes, para significarse al fin como la mejor de todo el mundo, cosa que llevaba años haciendo en las categorías inferiores. Es, sin embargo, el relato de una selección que en pocos años ha hecho mucho, siempre a rebufo de las grandes potencias como E.U., Alemania o los equipos nórdicos; ahora referencial y ejemplo del planeta fútbol porque, igualado el físico, no hay quien le tosa ni le quite el balón o la identidad. Lo intentó, en cualquier caso, una Inglaterra eléctrica y de recursos, en ocasiones un conjunto en combustión; si bien deficiente en cualquier caso para discutir que España es la gloriosa campeona de la Copa del Mundo en su tercera tentativa, nuevo y terminante capítulo en la historia del futbol jugado por mujeres.
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