La economía de Estados Unidos va muy bien. O muy mal. Según como se mire y, sobre todo, quién lo mire. La resistencia del crecimiento, la fortaleza del mercado laboral, la pujanza del consumo, la atracción de inversiones, el incremento de la productividad y los máximos históricos de la Bolsa han desafiado todas las expectativas. La persistencia de la inflación, los altos tipos de interés, el déficit desbocado y la creciente deuda pública pesan en el otro lado de la balanza. En año electoral, la percepción de los ciudadanos es también paradójica: la mayoría considera buena su situación, pero mala la del país.
Seguir leyendo