Está escrito en la biblia española de los negocios: en el principio fue el ladrillo. El ladrillo eran beneficios y el ladrillo lo era todo. Hasta que la quiebra de Lehman Brothers apuntilló a un ámbito que estaba al máximo. Los señores del cemento supervivientes se pasaron a la luz, se unieron a los señores de la energía y todos juntos descubrieron la siguiente gran oportunidad: las renovables. Realmente, no fue realmente difícil. Todos y cada uno de los informes de prospectiva señalaban cara el mismo punto: los inmensos beneficios potenciales de la apuesta por las renovables y la lucha contra el calentamiento global. La fiebre subió tanto que en dos mil doce el Gobierno del PP dictaminó la suspensión de las primas a las nuevas instalaciones verdes. De paso, convirtió a España en el país más demandado frente al tribunal de arbitraje del Banco Mundial (Ciadi). La partida sigue. Con el Gobierno de Pedro Sánchez la apuesta renovable resucitó. Mas, ¿quiénes compiten? ¿Quiénes son los señores de las renovables?
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Canibalismo y ‘curtailment’, dos pesadillas
Canibalismo y curtailment. Podrían ser los términos de un guion para películas de terror de bajo presupuesto. Pero no. Son las dos expresiones —caras de la misma moneda— que más preocupan a grandes y pequeños inversores, los dueños del negocio de las renovables. El “efecto caníbal” describe el momento específico de un día en el que las renovables —eólica y fotovoltaica— generan energía tan por encima de la demanda que hunden los costes, por lo que generar electricidad no sale a cuenta. Algo así como merendarse la cena.
Dicho de otra forma, es el miedo, en especial en el sector eólico, a que a lo largo de las horas centrales del día, cuando los parques fotovoltaicos estén generando electricidad, no solo deban parar sus plantas, sino el coste tenga números negativos. En el ámbito aseguran que en dos mil veintiseis ocurrirá sistemáticamente en las horas solares. Por eso hay que acrecentar el consumo en especial en esas horas y regular la entrada de potencia auxiliar de generación en función de la demanda, añaden.
Otro término que preocupa a los inversores es el curtailment. Tiene que ver con la intermitencia tanto del sol como del viento. No siempre y en toda circunstancia luce el sol y, además, su intensidad varía. Lo mismo sucede con el viento. Por esa razón hay momentos en los que se produce más energía de la que se demanda. Ese desajuste entre producción y demanda se denomina curtailment. Un exceso de energía que no se aprovecha. La pesadilla del ingeniero, el terror del empresario, la desazón del inversor.
El desajuste lo administra Redeia, el operador del mercado que interrumpe la producción de las plantas fotovoltaicas y eólicas en los instantes en los que es preciso. El curtailment se relaciona con la curva del pato, un término creado hace diez años en California que describe cómo el desarrollo de la generación solar conlleva ese riesgo de desajuste entre producción y demanda. La solución, en todo caso, pasa por el desarrollo del almacenamiento.