El presidente Ebrahim Raisi hizo un llamamiento contra las protestas, aunque éstas siguieran creciendo, uniendo a los iraníes por encima de creencias o de clases sociales.
Las manifestaciones han durado casi dos semanas y representan el desafío popular más serio contra los ancianos líderes teocráticos de Irán en más de una década. Y, a diferencia de otros movimientos, han sido liderados por mujeres. Inicialmente se desencadenaron por la muerte en prisión de una joven kurda, Mahsa Amini, que había sido detenida por la policía iraní, y se convertió en un grito de guerra contra el gobierno.
Es el llamamiento más amplio al cambio, por parte de una población frustrada por los controles políticos y el aislamiento y estancamiento económicos. Más de 50 personas murieron y más de 1.500 fueron detenidas en las protestas en el país.