Fijado a la pared hay un tocadiscos cubierto de purpurina violeta del que cuelga un haz de cables. Estamos en el comedor del piso de Francesca Thyssen-Bornemisza (Lausana, sesenta y cuatro años) en el centro de Madrid, y lo que acabo de describir es una pieza de su compilación, Soft cell, del artista contemporáneo escocés Jim Lambie. La obra representa a su propietaria con tanta exactitud que casi opera como una tarjeta de presentación. La determinación férrea, el espíritu lúdico, el afán por distinguirse. Reclama atención y al tiempo interpone una distancia disuasiva. Es prácticamente una advertencia: esta soy yo, acércate bajo tu propio riesgo.
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