Se levantaba a las 6 de la mañana, se sentaba delante de la máquina de escribir con una pipa encendida y escribía hasta la tarde a un ritmo de unos sesenta u ochenta folios diarios. Luego se relajaba entregándose a su gran pasión: el sexo. Ya fuera con ciertas dos esposas que tuvo, con sus amantes o visitando burdeles.
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