El mundo ha cambiado desde la guerra de Ucrania. Se ha instalado un desorden internacional en el que las relaciones económico-comerciales y los equilibrios geopolíticos han saltado por los aires. La globalización se ha paralizado, hay reconversiones de las cadenas de valor, procesos de reindustrialización nacionales y estímulos y subsidios que rayan el proteccionismo productivo.
Todo ello deja traslucir una profunda metamorfosis. Tal y como si el planeta emitiera latidos extraños a distintos ritmos. 2023 está mostrando los lodos de la polvareda levantada el pasado ejercicio con la convulsión geopolítica de una nueva batalla bélica en territorio europeo.
Una lista nutrida de naciones han declinado colaborar con E.U. y sus aliados europeos, asiáticos y anglosajones en las directrices sancionadoras impulsadas desde el G-siete contra Rusia por la invasión. Al lado de si sus situaciones diplomáticas son aproximadamente morales, el Sur Global se ha sublevado. Sobre todo, contra Occidente, que ha visto cómo una sucesión de líderes, de Nueva Delhi a Nairobi, han mostrado una confianza insólita para airear intereses encontrados con la Casa Blanca y el entramado institucional europeo.
Los polvos de este nuevo lodazal ya se asentaron en dos mil veintidos….
