Juana de Austria fue más allá. Solamente llegar al poder, la primera cosa que hizo fue preocuparse de las cárceles del reino, les adjudicó a los presos un letrado para su defensa y planteó que en los presidios de mujeres hubiese religiosas que sacaran a los niños a caminar al aire libre por lo menos dos días a la semana. Además, llegó a entrar en la compañía de Jesús. A pesar de que no tenían cabida las mujeres, la infanta luchó por unirse a ellos, objetivo que logró en secreto y adoptando una identidad masculina bajo el nombre de Mateo Sánchez.
Su papel en la realeza no se limitó a dar herederos y establecer lazos entre los reinos, papel que seguían muchas de las mujeres que pertenecían a las dinastías por aquella temporada. Llegó a tener mucho poder y responsabilidad política. La princesa nació el veinticuatro de junio de mil quinientos treinta y cinco en la capital de España mientras su padre, el emperador Carlos V. se encontraba defendiendo sus posiciones en África. Su madre, la emperatriz Isabel de Portugal, murió cuando tenía cuatro años. Así, Juana se quedó sola junto a su hermano mayor, el que después sería Felipe…