Mientras el aeropuerto de Madrid-Barajas encara su enésima ampliación con una inversión de más de 2.000 millones de euros, el de Barcelona-El Prat sigue en el diván. Nadie sabe a ciencia cierta si el agrandamiento de sus instalaciones proyectado por Aena verá la luz en los próximos años. El cambio político en Cataluña, con el PSC instalado en el Palau de la Generalitat, permite pensar que el trueque en el Govern reanima una operación frenada en los despachos desde el verano de 2021. La formación socialista lo llevaba en su programa electoral, en el que hacía mención expresa a la construcción de una terminal satélite y al alargamiento de 500 metros de la pista mar, el principal foco de conflicto por el impacto que tendría sobre las zonas protegidas por la Unión Europea que rodean al aeródromo. Pero ha evitado hablar mucho al respecto, consciente de que el ruido que genera es tan atronador como el de un avión levantando el vuelo.
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