El dilema se dibujó gráficamente en el gesto del vendedor de banderas unas semanas tras la victoria de Lula en las elecciones presidenciales. Llevaba una caja llena de banderitas verde amarillas en la terminal del ferry de Sao Luis, en el noreste brasileño. “¡Esta ya no es la bandera de Bolsonaro sino más bien la de Brasil!”, gritaba.
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