Cuando los costos medran ante nuestros ojos de forma mareante, el dinero quema en las manos. Del que lo tiene, claro. En Turquía, con la inflación desbocada, pequeños ahorradores y grandes inversores se han lanzado a poner sus liras en la Bolsa de Estambul. Así que, a lo largo de dos mil veintidos, mientras que buena parte de los parqués del mundo incurrían en pérdidas, el índice BIST-cien de la ciudad de Estambul triplicó su valor (computado en dólares medró un 110 por ciento ).
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