Nos encontramos inmersos en un proceso de transformación digital que abraza un sinfín de nuevas posibilidades en la forma de concebir el trabajo, la educación, las relaciones sociales o el tratamiento de nuestra salud. No obstante, las personas más vulnerables se hallan excluidas, por diversos motivos, de muchas de las oportunidades que ofrece la tecnología para progresar sus niveles de bienestar. La pandemia de la COVID-19 confirmó el valor de aplicar las soluciones que la digitalización deja en la mejora de los procesos y las condiciones de las personas implicadas en la acción social, desde las adjudicatarias a las trabajadoras, pasando por las voluntarias, socias y donantes.
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